Diálogos De Una Mente Enferma. II


Aún no había despertado el día cuando sin que nadie lo esperase, volvió.
Respiró hondo y dirigió su mirada al cielo, enrojecido por el amanecer.
Entonces se levantó y se llevó la mano al pecho. Jamás olvidó esa sensación.

- El dolor de la soledad...

Nunca hubo una decepción mayor.
Miles de recuerdos poblaron su mente, recuerdos que ni su memoria apreciaba...y se sintió llena de nada.
Fue entonces cuando lo entendió todo, cuando encontró su respuesta final:

- Estamos condenados a estar solos. Las relaciones humanas se mueven únicamente por el interés y la dependencia. Es tan despreciable como cierto. No hay que esperar nada de nadie, pues no hay nadie, nunca lo ha habido y jamás lo habrá, jamás.

Tapió su vulnerabilidad con egoísmo y resignación. Miró a ambos lados de El Camino, y en lugar de seguir la senda establecida, bajó la cabeza, metió las manos en sus bolsillos y emprendió su marcha en sentido contrario volviendo sobre sus pasos, quizá buscando ese error que jamás cometió...

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