Anestesia.


Una vez vi cómo la Luna, sentada en el cielo de la noche oscura, brillaba con la luz del Sol.
El Sol no quería desperdiciar rayos en ella, pero la Luna creía que se lo debía, por suplir su sitio cuando quería bajar la guardia y descansar de tanto observarnos.
Esa noche soñé con barras de bar llenas y con vasos vacíos. Era capaz de percibir el olor a fracaso y arrogancia que destilaban mentes anestesiadas de alcohol como la mía.
Harta de beber sin sed, fumar sin humo y follar sin amor, me dediqué a vomitar verdades sobre una servilleta, y antes de romper a llorar de rabia al recordar porqué no me dejaste caminar tras de tí aquella tarde, desperté.
Y aunque nada pare en este país del dolor, y aunque la cordura se haya dado cuenta de que ya no es parte del juego, el exterior está cambiando mientras el interior late de la misma manera, como aquellas palabras en la servilleta.
Algún dia espero cerrar los ojos y fingir que esas palabras se han roto.
Y todo podrá ser perfecto de nuevo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un poema casi inventado

La Posada