Sobre el amor y la locura


- ¿Entonces la cordura no tiene cura?
- Claro que la tiene, basta con que haga lo mismo, pero de manera diferente, cada día durante el resto de esta última hora.
- Acláreme eso último, por favor.
- Por supuesto, es muy fácil. Deje los ojos en un cajón y saque el corazón a pasear, el verá por usted. Vuelva a saltar a la pata coja por los adoquines de las montañas y pise la hierba de las calles. Charle frecuentemente con la muerte, o con el orgullo si en ese momento está muy ocupada. Ya sabe, en este mundo de cuerdos...
- Toda la razón del mundo señor...
- ¿Ha escuchado atentamente todo lo que le he dicho?
- Palabra por palabra.
- Muy bien. Ahora olvídelo. Haga lo que le venga en gana, pero en ningún momento cometa una estupidez tan abrumadora que sea capaz de de atraparle eternamente en un limbo de promesas, sonrisas blancas y algodón de azúcar...
- Ya...como enamorarme, ¿no es cierto?
- Exacto

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un poema casi inventado

La Posada