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Mostrando entradas de diciembre, 2011

31 de diciembre de 2011

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Feliz Fin del Mundo

Los soldados se van

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Podría decir que este ha sido el año más duro de mi vida. El año en que me sentí más enferma, más desatendida, más desesperanzada, más sola. El año en el que casi pierdo la cabeza, el curso, a mi familia, a mi amor. Podría decir jurando sobre fuego que el 2011 ha sido un año espantoso, un año terrible, un año de mierda. Pero no lo voy a decir. Este ha sido un año de cambio, de cambiarlo todo, de saber aceptarlo. Un año de perder miedos tan viejos como yo. Este año ha sido un año de superación. Este año ha sido un año de aprender. Este año ha sido un año de sanación. También ha sido el año de los clásicos, mis clásicos: de mi Carmen bonita, mi Isma, mi Danié, mi gashón, mi Lauri, mi Paquito, mi Zaré, mi hermano Manuel... ...y de Sandra. Ha sido el año de DiEli, de Vinu y Tony, de Sorri y Quentin, del anillo en el dedo, de Antrwpos, de La Égida. Éste año ayudé a Sevilla a Tomar La Calle. Fui 15-M, 15-O, Democracia Real Ya,

Io Saturnalia! Ave Sol Invictus!

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A mis clásicos, los que aparecen y los que no, mil gracias a todos. Existe una hermandad, una familia, un Olimpo particular de la que yo, la nueva Diana, formo parte. En los frios pasillos del primer dia el primero de ellos en llamar mi atención... ...Ismael, "el ideal κουρός", con unos preciosos ojos azules ocultos tras una melena, abría las puertas con una sonrisa a mi aventura clásica. Sentados ambos desde lo alto como hijos de la misma Leto, la vi aparecer, casi levitando sobre los demás. Sandra, de melena y sabiduría envidiable. nació armada de la cabeza a los pies de la inteligencia que le da haber nacido de los libros. Tras ella con paso firme y mirada altiva llega desde la antigua Onuba, Carmen. Amica, caelestis et aurea . No necesita más belleza que la de sus ojos ni más amor del que dan sus abrazos para cautivarnos a todos. Desde tan lejos, los oigo. Tres, solo les necesito a ellos tres. Vettoni, lusitani,

Sueño nº5

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Se repite la misma casa fantasma, los mismos espíritus tristes. Pero ésta vez ellos también estaban allí. El amor de mi vida. El que pudo serlo y es hermano, y el que pudo serlo y es lejano. Enfermos de soledad, de creerse muertos fueron atrapados en esas paredes por quienes les creyeron iguales. Yo estuve allí. Lloré. Grité sus nombres. Conjuré. Negocié con los muertos. Y todo fue azul. A lo lejos, él. Mi corazón volvía al calor de mi vida. Pero el resto no volvía y el azul no se iba. Así que yo me volví azul. Encontré lo lejano en la lejanía. Tan perturbado que no me reconocía, hasta que unas palabras de cariño, de cariño del nuestro, le hicieron huír de allí. Mi hermano estaba solo, solo como nunca. Tampoco reconoció mi cara, me pedía paz, desidia, abandono. Entonces le recordé que "a veces no puedes hacerlo solo" y lloró. Salimos de allí, los cuatro. Vivos. El azul se fue, y el fuego borró aquella casa.

Orestes

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Una grieta. El mar se vacía por una grieta minúscula. Innaccesible. Casi invisible. Pero ahí está. Y no se va. Una pequeña heridita por la que poco a poco se cuelan minúsculas gotitas saladas que nadie echa en falta. En medio de una inmensa masa de agua, de sal, de los reflejos de la nubes, de los peces, las mareas, los barcos, los tesoros hundidos, las sirenas muertas, existe un puntito por el que huyen las corrientes y la profundidad se seca muy despacio. El mar se va. Y nadie se da cuenta. Imagen

Cuatro horas después

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Preocupada por el olor de la ropa. Imbécil. No es por eso por lo que estoy temblando. Más de lo normal, más como antes. Dos días tontos. Nada más. Solo eso. Supongo que puede conmigo el no poder con todo. Imagen