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Nunca existió alguien tan magnífico, nunca.
Nadie me entregó tanta soledad. Pienso en él y lloro.

Nadie me hizo tan honesta. Él ilumina mi alma
y es mi espejo más reluciente.
Cuando penetro en sus profundidades,
allí, convertida en llanto, comienzo a vivir.

Día tras día le dedico una carta.
Yo escribo una línea y él lee. Pero la carta
No ha sido enviada jamás.



Anónimo.

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