Es una niña




 - ¿En quién piensas, mamá?

Las palabras de mi hija me devolvieron a ese momento.

- En mi madre.

Quién me iba a decir que la persona a la que recordaría antes de morir sería mi madre. No mi marido, no ningún otro amor, mi madre. Ganaba así una batalla que comenzó desde que salí de su tripa.

Quise quedarme sola. En un último arranque de genio, ordené a mis hijos que salieran de mi habitación con la excusa de descansar, sabiendo que me iría en cuanto cerrase los ojos.

Salieron de la habitación en el mismo orden en que salieron de mi: Sergio, Marina, Lola y Fernando, la familia que nunca pensé que tendría. Mi familia. Mi tribu. Mi clan.

Elegí a García Márquez como última compañía y empecé a leer intentando estirar mi paso por este mundo.

La tormenta asolaba Macondo cuando comenzó el sueño. Sonaba una música de piano que no recuerdo haber puesto. Y de repente aquellas por las que mi hija se llama Lola aparecieron en la puerta. 

- Vamos, chiquilla, dijo una mientras la otra sonreía.

Y ya no hubo más sueño.

- ¿Están todos, abuela?

 - Todos, mi niña.

Abandoné el hospital, este mundo y lo que quedaba de mi de la mano de mis abuelas justo a tiempo para escuchar los primeros llantos de un bebé. 

Aullando, anunciando su llegada, preparando al mundo.

Es una niña.



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