Remiendo.


Es simple.
La realidad es una luz que nos espera al final de un horizonte cercano. Y nosotros, unidos bajo el mismo azul, tenemos como meta el anhelo de un cielo posible.
Perseguimos los sueños tan rápidamente como éstos se materializan ante nuestros ojos. Ese espejismo nos susurra que podemos ser libres, espejismo que se convierte en ilusión cuando se navega sobre las olas de una sana ambición.
Y nos crecemos, nos enorgullecemos por la plenitud que producen tantas preguntas que se esconden tras respuestas que necesitamos oír. Se puede distinguir el triunfo del olor a razón.
Tumbados en el suelo empapados del vapor que se desprende de las sienes del mundo, los sueños se acercan, las nubes descienden. Arañamos paredes de algodón convencidos de que conseguiremos dejar de destilar la paranoia que se filtra por la razón. Las sombras que se formaban en la nada nos advierten del comienzo del nuevo día, pues vivir ya no da miedo.
La conclusión final actúa con la verdad en la mano, la libertad es más que una ilusión que nos espera en los lugares a los que vamos al dormir.

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