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El calor apretaba muchísimo aquel verano.
El asfalto derretía las suelas de nuestras adidas, nadie tenía las narices suficientes de salir a la calle entre las doce del mediodía y las cinco de la tarde...excepto nosotros.
Una guerra de globos de agua parecía la opción ideal para pasar las tardes de agosto. Mi "clan" era el de siempre; mi mejor amiga, un crío algunos años menor que yo, y él.
Dos años mayor que yo. Rubio, de ojos azules y sonrisa sincera. Era quizá de los más respetados entre nosotros, no por ser el más gamberro, sino por su honestidad.
Yo por aquel entonces había desarrollado un personalidad "arrolladora". La edad, la facilidad de palabra y el fuerte carácter me habían llevado al status de "líder", tanto en el colegio como en el barrio. No era popular, tampoco la típica niña mandona y marisabidilla. Me limitaba a ser yo y a tirar adelante con las consecuencias de lo que hacía y eso no era común, por eso "molaba" tanto.
Se podría decir que él simbolizaba la pureza de espíritu y los buenos sentimientos. Yo era un poco lo contrario, por eso nos llevábamos tan bien, ya se sabe lo que se dice de los polos opuestos.
Aquella tarde fue genial. Muchos chavales de otros barrios se unieron a nosotros para organizar toda una batalla campal. Todo marchaba genial hasta que uno de los globos reventó contra el cristal de un no-rico (el típico pijo que inexplicablemente vive en un barrio, cuando diariamente demuestra que tiene muchísima más clase...).
La desbandada aún se recuerda. Cualquier hueco servía para esconderse. Corría calle abajo buscando un escondrijo cuando una mano salió de la nada y me metió en un portal. Era él.
Comentábamos entre risas la persecución cuando me di cuenta de que estábamos solos, como nunca habíamos estado. Y se me encogió el estómago. Recuerdo que tuve que sentarme sobre el mármol, y recuerdo que él también lo hizo.
"Hace fresco aquí..." "Sí, a mi no me apetece nada salir..."
No hubo palabras después de eso. Sus ojos miraban diferente. Una ventana inmensa se abría en su azul intenso, casi como el mar...y me sentí feliz.
Le sonreí, y su sonrisa la transformó en beso, el primero, No lo condicionaba absolutamente nada, fue el más puro que he tenido en mi vida.
Salimos de allí aún más cómplices que antes. Ya no nos apetecía estar con tanta gente, el descubrimiento del otro, en todos los aspectos, era ahora lo más importante. Podría decirse que fue mi primer "novio".
El tiempo no apagó aquello, tampoco lo mantuvo. La adolescencia se truncaba, las calles se vaciaban, mi gente se iba. No era fácil vivir allí, y a mi también me toco partir.
Con dieciséis años más que cumplidos y toda una vida entre solares abandonados y asfalto, me vi obligada a dejar mi colegio de siempre, mi vida de siempre, por otra que no me apetecía vivir.
Los mordaces versos del sr.Slim Shady fueron silenciados por Chester Bennington. Y la oscuridad tomó el mando.

...

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
nunca suele haber dos primeros besos,
y es triste porque a veces se regalan sin pensar.
y es genial porque el primero se da sin pensar.
I Belong To The Circle ha dicho que…
Me gustan estos trocitos de tu vida.Como olvidar el primer beso siempre es el mas puro :)

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