JK5022



Esta mañana el cielo despertó nublado, y el ambiente era el más frío y triste que se recuerda, a pesar de los treinta y ocho grados a la sombra.
La televisión no dejaba de hurgar en las heridas del dolor social, así que intenté silenciarla con el ruido de la calle. Debí haberme quedado en casa.
Los pocos que habían elegido aferrarse a la monotonía de las entradas y salidas de bancos y compras en mercados no conseguían disimular la angustia que a todos nos unía. Fue al salir de correos cuando la realidad nos concienció a todos.
Con las campanas al aire, el mundo se paró, regalando cinco minutos de silencio a los que no están; los que atravesábamos las calles con la barbilla pegada al pecho dejamos de andar, los coches dejaron de circular, el bullicio se olvidó de las tiendas, y llegó el dolor. Incluso los más ancianos se apenaban con lágrimas en los ojos por aquellos vecinos con los que no nos volveremos a cruzar.
El tiempo pasó, pero el silencio no se fue. Aún no se ha ido, y todos sabemos que tardará en hacerlo.

...

Comentarios

Paloma ha dicho que…
Uno de esos textos de hacen encogerse el alma...
tk :***
weapp ha dicho que…
...



ksell

Entradas populares de este blog

Un poema casi inventado

La Posada