Te daré sólo un segundo para que me olvides.

No quiero que te preocupes por mis arrugas
ni que te molesten todas mis tendencias suicidas.
Estoy mal, sí, pero podría estar peor.
De hecho quiero estarlo y volver a ser lluvia,
para sentir que tengo razón en mis propias apreciaciones
y ser el que controla mi rabia y melancolía,
sin ser un estorbo para ti o cualquiera,
y poder terminarlo todo sin que a nadie le importe.
Porque tú me importas y no me lo puedo permitir.

Hacerte sufrir no es parte de mi plan invisible
que pretende mantener mi pobreza psicológica,
como el que aguanta una borrachera caducada
pretendiendo alcanzar las cotas de experiencias pasadas.

No me gusta, créeme, pero a la vez me hace feliz.

Se que soy un cobarde y que me escondo cuando me señalan,
pero no puedo evitarlo.
Igual que cuando te miro y tu me miras,
sabes que mi corazón también te mira,
pero no puedo dejar de pensar en los cambios
y lo que ellos significan para una persona como yo,
puesto que a veces uno es mas que eso: es un conjunto.

Cuando la costumbre le hace pensar en su eterna soledad
pero no mas lejos de lo que le rodea: tu realidad

Me entristece pensar que haya quien aún se preocupe por mi
cuando yo ya dejé de hacerlo en un momento en que no existía tal,
y ahora no encuentro la forma de huir de la novedad
que quiero y se que es lo mejor que he tenido o tendré,
pero que me recuerda aquel lugar abandonado a su suerte permanente
y que desea el daño para no tener quien le espere.




Antonio Hervás Muñoz.

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