Esa noche descubrió algunas de las múltiples posibilidades del placer y se inició en la profundidad de un amor que habría de ser el único para el resto de su vida. Con toda calma fue despojándola de capas de temores acumulados y recuerdos inútiles, la fue acariciando con infatigable perseverancia hasta que dejó de temblar y abrió los ojos, hasta que se relajó bajo sus dedos, hasta que la sintió ondular, abrirse, iluminarse; la oyó gemir, llamarlo, rogarle; la vio rendida y húmeda, dispuesta a entregarse y a recibirlo a plenitud; hasta que ninguno de los dos supo ya dónde se encontraban, ni quienes eran, ni dónde terminaba él y comenzaba ella. La condujo más allá del orgasmo, a una dimensión misteriosa donde el amor y la muerte son similares. Sintieron que sus espíritus se expandían, que los deseos y la memoria desaparecían, que se abandonaban a una sola inmensa claridad. Se abrazaron en ese extraordinario espacio reconociéndose, porque tal vez habían estado allí juntos en vidas anteriores y lo estarían muchas veces más en vidas futuras. Eran amantes eternos, buscarse y encontrarse una y otra vez era su karma.




Retrato En Sepia.
Isabel Allende.

Comentarios

Luo ha dicho que…
Que fortuna leer eso a tu edad, no encuentro la diferencia entre el amor y la pasión, salvo las letras.

Enseña más a tu aprendiz.
Paloma ha dicho que…
a q tas enganchao? a mi historia? xDDD

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