Amor Eterno



Da miedo, a veces, encontrarse con que el camino cae en picado y que hay que bajar agarrándose con las uñas de las rocas.
Cuando esto pasa, no se puede sino aconsejar que a cien metros del suelo se suelten las manos.
La caída es impresionante: el cuerpo se ha hecho eterno; lo atraviesan alisios, hojas de eucalipto y menta, el viento del sur; riachuelos, algas, espuma del mar, hilos de lluvia, alguno de tus besos, copos de nieve...
Estos últimos, al fin, se solidifican en la realidad al caer, para luego estallar con violencia sobre tus sueños, que aparecían sonrientes tras la trayectoria vertiginosas de tus cabellos al caer.
Luego nos sorprendería el golpe. O no. Pero ese es otro tema.

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