Emily.


Me llamó al móvil. Aún sabiendo que estaba en casa.

- ¿Si?
- ¿Puedes venir un momento? Necesito que me ayudes con una cosa.
- ...
- Por faaaaa...

Siempre hace lo mismo. Como cuando era pequeña, que se le antojó un enorme caballo de madera en aquella juguetería. Abría sus enormes ojos marrones, hacía un pequeño puchero y lo decía suavemente "por faaaa..." Sabía que no podría decirle que no.

Prácticamente le respondí con un gruñido. Dejé de nandear y me dirigí a su casa, que por suerte o por desgracia estaba a medio minuto de la mía. Es lo que tiene vivir casi puerta con puerta con tu familia.

Subí las escaleras de dos en dos. La puerta estaba abierta y la casa casi a oscuras, pero podía distinguir sus zapatillas de deporte desperdigadas por el pasillo. Otra costumbre que no perdía.

- Cierra anda -: me dijo desde su cuarto.

Saltando entre zapatillas de deporte y juguetes de su hermana pequeña, llegué a su cuarto:

- ¿Qué pasa enana?
- Vaya rollo, tía.

Eso de "tía" era más coloquial que otra cosa. Siempre me ha llamado por mi nombre. La familia no entiende ni de distancias, ni de edades. Parece que los nueve años de diferencia no eran suficientes para recurrir a la familiaridad.

Estaba sentada en su escritorio, o algo parecido. La mesa estaba poblada de folios en blanco, papeles arrugados, bolígrafos, lápices, el chupete de su hermana...hasta una taza de colacao a medio acabar:

- No sé que hacer -: susurró mientras apoyaba su cabeza sobre la mano derecha, mientras golpeaba el canto de la mesa con un lápiz :- Esto es un rollo!
- A veeer...¿Qué es esto?

Resignada me dejó un formulario con lo que parecía ser una lista. Me senté en su cama y lo ojeé. Rápidamente lo reconocí:

- ¿La lista de asignaturas optativas de primer año?
- Sí, y es una basura. Elena y Víctor ya saben lo que elegir y yo aún no he decidido nada. ¡Me va a reventar la cabeza!

Reí a carcajadas. Y eso la enrabietó:

- ¡Joder! ¡Pero no te rías! Dime, ¿qué elijo?
- Eso tienes que pensarlo tú Emi...
- ¡Pero es que no sé! Mami me dice lo mismo que tú, pero es que...

Y empezó a morderse las uñas, señal inequívoca de uno de sus ataques de inseguridad:

- Vamos a ver...: cogí una silla y m senté a su lado: - ¿Para cuándo tienes que tener decidido esto?
- Pueeees...para principios de septiembre.
- ¿Para principios de septiembre? Tía, ¿que prisa tienes?
- Es que Elena...
- Elena que haga lo que le de la gana. No hay prisa, hay muchas asignaturas y tienes tiempo para elegirlas, no te rayes.
- ¿Y si me equivoco?
- Pues rectificas. No pasa nada por equivocarse. Yo también me equivoqué al elegir y no pasó nada.
- ¿No?
- Qué va. Te cambias de clase y en paz. Soluciones siempre hay para todo, lo que tienes que hacer es pensar bien lo que hacer antes de lanzarte, y si aún así te caes, pues te levantas y en paz.

Me miraba con atención, con esos ojos enormes bien abiertos, aprendiendo de mi. Quizá no soy un gran ejemplo a seguir, pero era ella quien me necesitaba, y por ella puedo ser hasta mejor persona.

- Anda, deja eso por ahí y vamos a mi casa, que la abuela ha hecho una porquería de esas que te gustan a ti.

Sonriendo se levantó y prácticamente echó a correr hacia la puerta. Su único objetivo era comer el pastel de su abuela aún caliente. Toda preocupación se había esfumado. Ojalá fuera siempre tan fácil dejar de temer o de tener dudas, y que las preocupaciones se fueran con un trozo de pastel.
Es la magia olvidada de tener once años.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
se puede beber hasta alcanzar los once años? regresión forzada?

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