Por ella, para ti.


La rutina no sabía lo que le esperaba hasta ese momento.
El mismo paseo de todas las noches, el mismo andar dubitativo y cansado, hasta el mismo recuerdo de un momento no vivido que te acercaba, como siempre. La brisa fresca que huía desde la costa apenas alcanzaba a mover mi pelo. Hasta que esa luz me despertó el alma.
Era justo como Neruda la describía:

"Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas
la mitad de la luna.
Girante, errante noche, la cavadora de ojos.
A ver cuántas estrellas trizadas en la charca"


No sé si el alcohol la hacía aún más bella, pero su magnetismo era tal que mis pies dejaron de moverse. Un suspiro enrabietado maldijo la ausencia de mi cámara, y confié en que mi memoria me permitiese recuperar este momento alguna vez.
Casi con cobardía la miré a la cara.
Dejé que me desnudara, no era capaz de decirle que no. La calidez de su presencia se me colaba por la piel. Intenté acercarme, pero el infinito es un camino demasiado largo y la cerveza me encadenaba al firme.
Intimidada al fin por su mirada, me senté al borde de la acera, y como un espasmo te recordé. "Le gustará", pensé, y con palabras no dichas te llamé. Con una sonrisa esperé tu respuesta, siendo ella la única testigo de una cercanía que no entiende de kilómetros.

Por tu respuesta he llegado hasta aquí, como tantas otras veces. Lamento que no estuvieses aquí, o estar yo allí para decirte "ey, mírala", pero consuela el saber que ella también te observa, como a mí.

No hubiera sido lo mismo sin tí.

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