Algunos gestos son como navajazos, llenos de furia, listos para que el aire se ilumine y la distancia miserable separe a los hombres de la vida. Otros son aún más rápidos, una ráfaga, un brillo, un chasquido de luz. Son para dar confianza a la piel, para que no se nos olvide la caricia más tenue. Muchos parecen sin sentido pero tienen su truco, secretos impensables, decididas nostalgias, temor a que la distancia los niegue, o peor, los devore. La mayoría de los gestos no son más que sustancia, blancura, milagro, carne, existir. Debéis tener a mano siempre vuestro gesto. No lo perdáis de vista por si os es necesario para pensar, amar, decir quienes sois. Para reconoceros, entregaros, ocupar vuestro lugar en el escenario del mundo. Como cuando reposa el índice en los labios, sabedor de los besos y el silencio, como cuando damos la espalda y nos vamos, doble gesto de "adiós" o "sígueme". Como cuando se arroja un guante o se tira la toalla, soberbio desafío o rendición,...