Libación de Cebada (Antipoesía)



Yo sé que la cerveza no huye dando gritos
a la llegada del invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar gargantas entre vástagos derrumbados,
sino que vuela sobre las ciudades,
sobre el invierno que ha llegado ahora
con un vaso vacío en sus manos heladas.

Cuando bebo
yo veo vagos sueños,
yo reconozco lo que está lejos,
y miro frente a mí,
detrás de los cristales,
reuniones de miradas ausentes.

Me alimento de su espuma y sus raíces,
lloro en su ausencia y en sus muertos,
acompañada de poetas caídos
en medio del invierno deshonrado.
Subo escalones de humedad y sangre
tanteando las paredes,
y en la congoja del tiempo que no llega
en un rellano me arrodillo y lloro.

Y hacia bares sin salida me encamino
vestida de gala imperecedera,
hacia bodegas solas, hacia sueños,
hacia botellas verdes que palpitan,
hacia tabernas desinteresadas,
hacia sabores de bilis y garganta,
hacia ebrias mariposas.

Entonces surgen los hombres de la cerveza
vestidos de sudor y sonrisas,
y sombreros de mentes derrotadas,
y traen copas llenas de ojos muertos,
y terribles espadas de salmuera,
y con roncos abrazos se saludan
cantando cantos de intención funeral.

Me gusta el canto ronco de los hombres de la cerveza,
y el ruido de monedas mojadas en la mesa,
y el olor de zapatos y madera podrida
y de vómitos verdes.
Me gusta el canto ciego de los hombres,
y ese sonido de sal que golpea
las paredes del alba moribunda.

Hablo de cosas que existen.
¡Dios me libre de inventar cosas cuando estoy bebiendo!
Hablo de besos abandonados en otros labios,
hablo de fuertes manos de borracho,
hablo del coro de los hombres de la cerveza
sonriendo en la barra con el rostro vacío.

Estoy en medio de ese canto,
en medio del invierno que rueda por las calles,
estoy en medio de los bebedores,
con los ojos abiertos hacia olvidados sitios,
o recordando en delirante luto,
o durmiendo en portales derrotada.

Recordando noches, circunstancias,
amargos hospitales, amigos que no están,
abrazos lejanos, lo que no pudo ser.
Recordando un golpe de ola en cierta roca
con un adorno de lágrima y espuma,
y la vida que hace una en ciertas ciudades,
en ciertas costas solitarias.
Un sonido de estrellas en las palmeras,
un golpe del corazón en los vidrios,
un tren que cruza oscuro de vagones malditos
y muchas cosas tristes de una triste mente.

A esa virtud de la cerveza llegan luchas,
y cansados amantes y sordas melodías,
y hay un tumulto de promesas rotas,
hay un furioso llanto de botellas,
y un crimen, como un látigo caído
sobre espaldas de un niño.

La cerveza clava sus espinas doradas,
y sus modales nefastos pasea,
entre puñales, entre medianoches,
entre roncas gargantas arrastradas,
entre cigarros y melenas despeinadas,
y como ola de mar su voz aumenta
aullando llanto y gritando frío.

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