Tú sabes que no adivinan el misterio. Me ven, nos ven, y nada se ha dicho. Ni tus ojos, ni tu voz, ni tu pelo, ni tu amor han hablado. Y lo saben de pronto, sin saberlo, lo saben. Me encojo de hombros y camino hacia otro lado, y saben que me esperas. Alegre, viva y canto. Y sueño, segura de mí misma. Y sé, de algún modo, que tú eres mi alegría y que te alegro la vida. Ven a través de mis pequeños ojos las llaves de tu sonrisa, las llaves del papel, de la luna en el rocío, el canto en la cascada. Tú, sin abrir la boca, despistado. Tú, cerrando los ojos, convencido. Tú, custodiando entre la hojarasca seca un lazo azul. El vuelo de un escondido corazón. Y entonces una sílaba, una gota del cielo, un sonido suave de sombra y polen en la oreja, y todos lo saben, amor mío. Circula entre los hombres en las calles, junto a las nubes arriba en el cielo, y vuela con las aves que nos envidian. Déjalo que se vaya volando por los cielos plácidos. Que asuste a la lluvia a los muros, que vaya y vuelva...