XXXI



Quiero saber a qué vientos
llorar tu nombre cuando te espero.
Hay una brisa o mano tierna
que quizás sepa de tu pelo.

Pero dime dónde pongo
estas palabras como gotas.
No sé dónde asomar los ojos,
a qué lado volver la cara.

Escúchame,
es azul y lejano.
No tengo indicios, sólo palabras.
Ya ni dónde buscarte tengo,
ni cómo hallarte, que yo sepa.

Es que nunca vi claro, creo.
Y desde siempre supe cómo eras.
Perfecto para mis ojos,
para mis silencios.

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