De cosas que duelen, hobbits y fuerza (de la de verdad)





Hay momentos en los que no ves venir al monstruo. 

Se esconde justo detrás de ese sitio tranquilo al que vas al dormir, donde descansas, donde todo es tan apacible, dulce y seguro que por fin, de verdad, por fin, bajas la guardia, te abrazas al amor de tu vida, y llega la paz.
Las horas pasan, las justas para reconstituir el alma y seguir adelante.

Entonces abres los ojos, y lo ves frente a frente.
Mirándote a los ojos, tan tan tan cerca que eres capaz de leer su mente y escucharle decir "te voy a joder".
Y lo hace.
Te da donde realmente te duele, más allá de la ansiedad de no saber mantener el corazón en su sitio, más allá de la hipocondría absurda de que cualquier dolor de cabeza te va a provocar la muerte, más allá de la depresión que te mantiene el cuerpo atado a la cama.

Le golpea a Él.
Y le hace lo mismo que a tí.
Revuelve su mente, le bloquea la voluntad, le pierde la mirada, la cabeza, el corazón.
Y le incrusta el miedo donde más hace daño. En la confianza.

El poder de una mente descontrolada asusta. Es mantener una lucha diaria y constante contra uno mismo, golpe tras golpe, razonamiento tras razonamiento, sin perder nunca el control de tu otro yo para esquivar cualquier golpe bajo. Alerta constante. Constante.

Constante, hasta que de dentro de tí sale un pequeño señor Bolsón. Un pequeño hobbit puesto al límite, como cuando el impío y terrible Smaug sale un segundo de La Montaña Solitaria para atacar a otros, y Bilbo ayuda a los aterrorizados enanos a vestirse de maravillosas armaduras para salir de allí cuanto antes a socorrer a las víctimas del horrible dragón.

Desde hoy, prometo ser Bilbo Bolsón.
Lo juro por las runas que me tatúan la piel, porque Smaug no podrá con nosotros, y porque me sale de los cojones.


Comentarios

Delta31 ha dicho que…
Ponte bien Izaskun

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