Contra I.R.S. (Antipoesía)



De qué serviría, digo yo,
salir de esta casa, cambiar de piso,
dejar atrás un pasado tan oscuro
como aquella reputación (ahí es nada),
cambiar las sábanas, pintar las paredes,
renunciar a la vida de extremista
si luego apareces tú, inútil,
intrusa vestida con mi ropa,
con tus manos frías y temblorosas,
a beberte mi alcohol y ensuciar mi casa?

Te acompañan las barras de los bares,
las calles muertas de madrugada,
y los ascensores de luz despreciable y esperanzadora
que no soportas cuando llegas a casa,
borracha,
y te plantas frente al espejo
con la cara destruida,
con ojos todavía en el más allá,
ojos que te niegas a cerrar
por temor a morir.
Y si te insulto,
te ríes,
me recuerdas el rollo que siempre he sido
y dices que me sienta muy mal beber.

Podría seguir hiriendo.
Recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo desenfadado y pasota
resultan enervantes
cuando se llega a tus extremos de estupidez,
y que tu encantadora sonrisa
de chavala que todos quieren conocer,
tus principios de mierda,
tu carácter de mujer segura
(segura de no estar segura, claro está)
son un intento patético
de sentirte persona.

Mientras,
tú me miras con esos ojos
de huérfana desconsolada, adorable,
y me lloras mientras prometes
no volver a hacerlo.

Si no fueses tan zorra!
Y si yo aceptase de una vez, después de tanto tiempo,
que de las dos tú eres la fuerte
y que por no matarte enfurezco.

Cuando vuelves
me derrumba la impaciencia y el resentimiento,
la humillación imperdonable,
el exceso de confianza.

Tiraré de ti hasta la cama
como quien va al encuentro de su verdugo
para dormir contigo.
Llorando a cada paso de impotencia,
tropenzando con los muebles
abrazadas como estúpidas,
destilando cerveza
y los lamentos de siempre.



Comentarios

Glò ha dicho que…
Joder, que destrucción ¡¡¡

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