Antipoesía a Marosa



Domingo por la mañana
y voy por este pueblo
sin saber cómo salir de aquí.

El cielo es azul, mágico,
y en él anidan gaviotas tempranas
y crecen árboles de agua.

Subo a uno y me ahogo,
ya es costumbre.
Estoy un rato.
Las gaviotas van de isla en isla.

Al bajar veo un cadáver.
Vestido y tendido.
Soy yo.

Y más allá, yo.
Y yo otra vez.
Por todos lados aparecen muertos.
cadáveres, finados, ausentes.
Con el corazón aplastado
y la cabeza reventada.

Corro hacia casa,
pero dentro no hay nadie.
Quiero gritar,
para qué,
si nadie oye.

Sobre la mesa hay fotos que no recordaba,
son todas de la batalla.
Tú, yo, el mar y las plantas.
En blanco y negro. Y en colores.

Y ahora de noche.
Las farolas se encienden
y aparecen más cadáveres entre las plantas.




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