Jesús Francisco el Búho


A veces, por las noches, los búhos salen a matar. Manadas enteras de búhos se sincronizan en zulú mientras afilan sus colmillos de nata:
-Cumupidú! Cumupidú! Capitán! - gritan todos al unísono
-Cumupidú! Cumupidú! Ya os escuché la primera vez! - contesta el capitán sin que interese.
Y se agrupan en orden ascendente por tamaño en varias filas que convergen formando un ángulo de 30 grados menos BU al cuadrado, atentos al mensaje que están a punto de escuchar.

El pequeño Jesús Francisco se sale de la fila inadecuadamente:
"Oh capitán, mi capitán!" ladró tristemente Jesús Francisco. "Cuando era pequeño y añejo, sin quererlo siquiera, perdí la vida en una era, a manos de un leño pellejo"
Pero como Jesús Francisco era mudo, nadie le escuchó.
Fue entonces cuando La Hormiga Klatrilapé, tirando de la colita del capitán, se hizo notar:
- Habremos ido! Diremos cuando volvamos, eh? eh?

Marchando raudos raudos desplegaron las alitas dirección a su destino, como no podía ser de otra forma, o sí. Y marcharon y marcharon y siguieron marchando tanto tanto rato que sería difícilmente satisfactorio contarlo sin aburrir. Siguieron marchando mucho hasta que en un momento dado, uno concreto pero igual a los anteriores sólo que mucho más luego Jesús Francisco frunciendo el ceño hacia el lado (uno de los dos, no lo recuerdo) miró a los demás y dijo:
-¿Falta mucho?
Pobre mudito Jesús Francisco, el único que pregunta algo sabio y nunca es oído. (Lo que lleva a preguntarse si en realidad es mudo o le falta una pierna)
Y siguiendo marchando lejano continuaron.

Justo cuando las estrellas perdían interés y empezaban a dedicarse a sus quehaceres, la divisaron a lo lejos.
La Ciudad de los Elefantes.
Se extendía desde Palermo hasta la calle de al lado. Un extenso valle montañoso lleno de palmeras cueva, donde los elefantes vivian alegremente su cotidianidad.
Seres curiosos estos elefantes. Los días de lluvia sacaban su trompa a remojar tinto, y cuando su enorme trasero se los permitía, paseaban en sus preciosos automóviles de importación, mientras saludaban con un respetuoso "sire!" a todo aquel elefante con el que se topaban:
-Sire!
-Sire! Morus! Para usted sire!
-Sire! Morus para usted también!
-Sire!
-Sire!
Esta conversación de sencillez tan aparente como aburrida, sin duda, y sin embargo lo es. Encierra una gran sabiduría... Y los elefantes lo sabían: "No digas más de lo que más sepas decir" y así cumplían.
-Sire!
-Sire!
-Llegamus tarde!
-Corred! Corred!
y se entendían! que no es poco...

Mientras las trompas y sus elefantes dormían a pierna suelta, los búhos organizaban su ataque sorpresivo terrible:
- "Caballeros!" susurró el capitán Tan mientras saludaba a los presentes con la manita "Organización imendiata necesitamos! Los búhos paticortos se arrastrarán entre las piedrecitas del río, los búhos colorados se camuflaran entre los tomates y el resto ira a un 24horas y me traerá una cervecita.
- Y los que acabamos de llegar? Dijo una voz a lo lejos
- Volar sin sentido, eso les confundirá, queda claro?
- Señor! Si! Señor!
- NO OS OIGO!
- SEÑOR! SI! SEÑOR!
- "Callaos putas, o despertaremos a los elefantes!" advirtió Jesús Francisco.
Pero como el pequeño Jesús Francisco seguía mudito, nadie le escuchó.
Y la tierra tembló.

Los temibles y terminflables elefantes ardieron.
Es bien sabido en la tierra del Tamiflú, que no se deben mezclar trompas con aspirinas, con volantes. El ebriofante había vuelto a hacer de las suyas. Las cuales eran siempre las misma y única cosa que sabía hacer: atropellar sin querer algún gnome de parque, despertando con sus trompidos en el derrape a todo el vencindariante.
La catastrofe terrible no veía final, hasta que terminó.
El bando de los temerarios búhos hacía recuento de sus bajas civiles y, oh desgracia malévola, Jesús Francisco había caído en combate.
Entre los cadáveres de los elefantes, alzaron una estatua en honor al pequeño Jesús Francisco, donde podía leerse "AQUÍ YACE NUESTRO AMADO JESÚS FRANCISCO. ESTRATEGA, ORADOR Y AMIGO."
Fue en ese momento, antes de que el Sol les diese un sustico, cuando el capitán Tan propuso:
- Y digo yo, dónde quedaba la ciudad de los humanos?




F.N.T.
I.R.S.

Comentarios

kayako saeki ha dicho que…
Pobrecito jesus francisco... kon lo buen orador ke era!!!.... Le falto ebriedad para salir del kombate salvo y sano komo un elefante....

Besitos maestra de las letras....
Lancepimi ha dicho que…
jajajajja tan absurdo como sublime. Ademas, el heroe indiscutible gana un carisma especial con el nombre a lo Jess Franco xD

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