Árboles. Y hojas. Y el cantar de los pájaros de madrugada. El ruido de la puerta al cerrarse el de las persianas al subirse, el del patio del colegio. El silbar del vecino de al lado mientras mimaba su limonero. El frescor del portal en verano, la soledad de la calle en invierno y el repiquetear de la lluvia contra las rejas de las ventanas. Olor a infusiones nocturnas. A césped. A naranjo. Y a sábanas usadas.