El Secreto
Y mientras volvía a acercarle la jarra al camarero para que la llenase por una nueva última vez, siguió mascullando: - Hace años, cuando empezaba en esto, descubrí a una indigente en un parque. Una mujer con unos ojos preciosos que me dejaba fotografiarla a cambio de un par de monedas, a veces a cambio de simple compañía. Todos los días se sentaba en la misma esquina y lloraba. Un llanto resignado a esperar que algún día, como por arte de magia, su vida volviese y la rescatase. He tardado demasiado tiempo en entender que aquella mujer, era yo. Imagen